viernes, 22 de octubre de 2010

Para presentarnos


Debo confesarlo: soy la mamá de Batman. Sí, mi hijo se llama Bruno Díaz, mi marido Alfred y vivo en una baticueva: un espacio reducido, tomado (literalmente) por juguetes y otros accesorios del trabajo y la maternidad. Pero hay un problema, algo que no armoniza: tengo una hija que se niega a ser Batichica. Dice que para ser superhéroe y hacer el ridículo con un disfraz quiróptero sólo hacen falta dos cosas: que sea Haloween y ser mujer. En más de una ocasión me dejó entrever que, a juzgar por el rol femenino en la casa, sería más útil cambiar el emblema familiar por un pulpo, a menos que el murciélago sea una metáfora de lo corta que pueden ser algunas miradas y de lo misteriosa que puede ser la noche. No sé que contestarle. Mientras pienso la respuesta, la acaricio suavemente, mientras observo el pequeño tentáculo que le asoma bajo el brazo.  

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